23 de agosto de 2011

Cuentos para niños no tan buenos

Jacques Prévert



Elsa Henriquez (Ilustraciones)

«En África, hay muchos antílopes; son unos animales simpáticos que corren muy rápido. Los habitantes de África son los hombres negros; pero también hay hombres blancos. Aunque están de paso, los hombres blancos hacen negocios y necesitan que los hombres negros los ayuden; pero los hombres negros prefieren bailar en vez de construir carreteras o líneas de ferrocarril, porque es un trabajo muy duro para ellos que a veces los mata.

Cuando llegan los blancos, muchas veces, los negros se escapan, entonces los blancos los atrapan con lazos y los negros se ven obligados a construir el ferrocarril o la carretera. Los blancos los llaman "trabajadores voluntarios"».




Una avestruz insaciable, un camello furioso o un caballo rebelde son algunos de los personajes de este libro en el que Prévert construye historias que evocan la confrontación, siempre explosiva, entre animales y personas. Relatos brillantes donde Prévert critica la pedantería de los seres humanos y enjuicia sus conductas más degradantes como la colonización y la opresión en todas sus formas.





«Cuando la verdad no es libre, la libertad no es real».



A partir de 8 años; 25 x 21,5 cm; 68 pp. Cartoné
ISBN: 978-84-92412-91-4

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Jacques Prévert

Neuilly-sur-Seine, 1900 – Omonville-la-Petite, 1977



Autor teatral, guionista cinematográfico y, ante todo, poeta. Su estilo satírico, colmado de fantasía y sentido del humor da testimonio de su compromiso y compasión por los más humildes. Sus ataques verbales contra los gobernantes y las instituciones acreditan la imagen de un poeta libertario, sensible a los acontecimientos del mundo, que se rebela ante cualquier forma de opresión social. Malabarista de las palabras, Prévert utilizó en su escritura todos los trucos del idioma. Desde la publicación de Palabras (1945), su obra es una de las más celebradas de la literatura francesa y sus poemas se enseñan en las escuelas (muchas de ellas llevan su nombre, así como también plazas y calles). Jacques Prévert es autor de seis obras destinadas al público infantil: Cuentos para niños no tan buenos (1947) es la primera de ellas.

¿Qué hacen los niños?

Nikolaus Heidelbach




«De la A de Abelardo a la Z de Zacarías, lo que hacen los niños es impredecible, extraño y audaz, un juego con la realidad de la fantasía».




El autor de ¿Qué hacen las niñas? explora en este nuevo título el mundo de los niños, que indagan en el interior de sus pequeños universos, miran la vida con minuciosa atención y quedan perplejos ante sus descubrimientos; se mueven en espacios sin adultos que les permiten desplegar sin reservas toda su imaginación.






«Me gusta observar a los niños. Son conmovedores y al mismo tiempo capaces de las más terribles diabluras y vilezas. Un estado del que disfrutamos todos en cierto momento, pero que perdemos muy pronto». Nikolaus Heidelbach.

Premio BolognaRagazzi Ficción 1999

A partir de 6 años; 30 x 21 cm; 56 pp. Cartoné
ISBN: 978-84-92412-90-7

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¿Qué hacen las niñas?

Nikolaus Heidelbach



«De Amaya a Zoe, Lo que hacen las niñas es insospechable, misterioso y raro, un juego con la realidad de la fantasía».




Las niñas de Heidelbach tienen ideas originales e ingeniosas: una recibe visitas inesperadas; otra cuida con esmero de su hermano; una tercera, más precavida, se arma con hondas, cuchillos y hachas para ver la televisión. Cada imagen cuenta una historia que revela el carácter, las aspiraciones y, en algunos casos, esa pizca de malicia que no falta en ciertas niñas.





«Aprendí de Sendak, Ungerer y Gorey que en la literatura infantil no hay ninguna limitación. La indecencia, la insolencia, y la brutalidad son aspectos inevitables...». Nikolaus Heidelbach.


Premio BolognaRagazzi Ficción 1995

A partir de 5 años; 30 x 21 cm; 56 pp. Cartoné
ISBN: 978-84-92412-88-4

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Entrevista con Nikolaus Heidelbach

















Tu formación profesional es de filología alemana y teoría e historia del arte y del teatro. ¿De qué manera aporta esta formación a la manera que pintas y que cuentas historias?
Es una pregunta difícil. Mira, soy hijo de un pintor, Karl Heidelbach, y él siempre me decía: no estudies pintura, vive como un artista, no pintes solamente. ¿Entiendes? Si quieres ser un pintor, un ilustrador, trata de trabajar, estudia otras cosas que aporten a tu trabajo. El dibujo lo puedes aprender tú mismo. Por supuesto que sé mucho de historia del arte y eso está en mi cabeza cuando dibujo, pero no es un elemento vital, no se necesita saber historia del arte para dibujar.

¿Por qué?
Tiene que ver con ser inocente. Sentarse y decir: soy el primer dibujante. Si pienso que soy la primera persona, puedo decir: “voy a dibujar una niñita”. Yo sé que cuatro millones de personas en el mundo ya han dibujado una niñita (eso puede ser un poco desalentador).  Pero ¿cuántas de esas personas han dibujado a una niñita metiéndose el dedo en la nariz? Tiene que ver con la confianza en uno mismo, con el hecho de saber que yo veo algo diferente, algo nuevo en lo que dibujo.
Por ejemplo, si veo en una pintura de Goya, una niñita con un vestido rojo, y que tiene un pajarito amarrado a una cuerda. Eso es muy interesante. Y ahí puedes ver qué son capaces de hacer los niños. Algo que está entre la crueldad y el juego. ¿Conoces el libro ¿Qué hacen las niñas?? Ahí puedes ver un ejemplo: hay una niña casándose en secreto. Lo que yo puedo hacer es poner “detalles”. (Toma el libro y me señala).













¿Ves esta mesa, con libros, al lado de la manilla de la puerta? La puerta, no se puede abrir. ¿Ves la grabadora? Está funcionando. Y el cura que la está casando es un escarabajo. Es una escena real, pero es fantástica. Este escarabajo no es de juguete, porque está parado sobre sus patas oficiando como sacerdote. Pero un escarabajo no lo puede hacer, y aquí está la fantasía. Ahí está lo distinto y la confianza en que estoy aportando algo, con la mirada nueva, con la expresión de algo nuevo.

Ayer estuve en el museo Wallraf-Richartz de Colonia y vi muchas pinturas como esta, por ejemplo, que me recordaron a tus dibujos (le muestro una pintura de Durero). Esto fue hecho alrededor del 1500, ¿qué me puedes decir de esto?


















Heidelbach se echa para atrás en su silla, con sus brazos detrás de la cabeza, y me dice:

¡Esto es con lo que he vivido!, ¡con esto! Vivo en Colonia desde 1965. Mi padre, como te conté, era pintor. (Me lleva a otra habitación donde me muestra los cuadros de su padre). ¿Ves? Si te crías con esto alrededor, si ves esto desde pequeño, va penetrando en ti… es fascinante. Lo más importante para mí es la expresión. Pero no la expresión en la pincelada (como los artistas de comienzos del siglo XX), sino la expresión en los ojos. Cómo mira ese niño aquel lugar. Si hay tres personas en una habitación, cómo interactúan. Cómo miran… La expresión en un dibujo es lo fundamental. Por ejemplo, mira (me indica una de las ilustraciones del libro ¿Qué hacen las niñas?), ella es muy valiente. Mira donde está y qué está haciendo… ella cierra sus ojos. Le está caminando una babosa sobre el rostro, es una sensación muy pegajosa y medio asquerosilla…














En una entrevista publicada en internet mencionaste la crueldad como parte de la infancia. ¿Me puedes contar más sobre ese tema?

En general, no creo que la infancia sea un período de la vida completamente diferente. Es diferente, no hay duda, pero no es tan distinto como para que no podamos volver, de alguna manera, a ese estado. No podemos volver a ser niños nunca más. Eso del niño dentro de ti… no lo creo. Pero yo sí creo que uno puede recordar cómo era cuándo era niño o niña.
Lo que quiero decir es que no hago mayores diferencias en mi trato hacia niños y hacia adultos. Me gusta tomar a los niños seriamente. Creo que los niños tienen derecho a leer historias serias: pueden ser divertidas, trágicas, dramáticas, pero han de ser serias. Y esto es distinto a lo que proponen un montón de escritores antiguos y contemporáneos que escriben libros para niños y no los toman en serio. Creen que tienen que ser simples, que tienen que ayudar a los niños cada vez que algo empieza a ponerse crítico. Yo pienso que no es así.
Hay una frase que dije hace veinticinco años: “Quiero ver un solo dibujo frente al cual un niño diga «No entiendo»”. Aún no he visto ese dibujo. Si vas a un museo, los niños miran y preguntan. No hay necesidad de dibujos especiales. Puedes hacer los mismos dibujos para los niños que para los adultos. Solo con dos excepciones: la ironía y la sátira. No hay público para eso en los niños. Por lo tanto, no hay cosas que no puedas hablar con niños. Si le hablas a un adulto sobre Auschwitz, resulta difícil. Y es difícil también para un niño. Pero tienes que buscar la manera. Si hay una historia sobre Auschwitz, tienes que pensar cómo hacerla; es un desafío, pero tanto para los niños como para los adultos.
Mi libro Reina Gisela trata sobre la guerra, pero eso está en las imágenes de la historia. Si debo hablar de violencia, debo encontrar la forma de mostrarla. En el texto, en el dibujo, en una mezcla entre los dos. No creo que el tema deba ser lo principal: hay libros sobre padres, sobre abuelos… pero no me interesan. Me gustan las historias en las que los abuelos o los padres, sean parte de la misma. O donde los discapacitados, las armas o el amor, por ejemplo, sean parte de las misma; que se cuente. Si me dices que Reina Gisella es una historia de un reinado, sí, lo es; pero lo más importante es que es la historia de una niña. Y para ser más exacto, es la historia de dos niñas. Muchos críticos de literatura infantil han dicho que es la historia de una niña que se convierte en otra. ¡No! ¡Son dos niñas! A todo esto, la crítica de literatura infantil rara vez es buena…

















¿Cómo ha cambiado la manera en que trabajabas hace veinticinco años y cómo lo haces ahora?

Lo principal es lo mismo, igual que treinta años atrás. La técnica… he aprendido mucho de pintura. Si recuerdas lo de la expresión, y pienso en el libro Prinz Alfred (Beltz & Gelberg, 1983), creo que es lo mismo, no podría pintar mejor la expresión de ese niño. Sin embargo, con las técnicas que he aprendido, hay escenas que hace treinta años no sabía hacer. Lo principal lo sigo haciendo igual, la expresión la haría exactamente igual. Hay menos errores, distorsiones, pero la misma solución. Haría esta niña sacándose los calcetines de la misma manera. Mira estas impresiones de un nuevo libro que está por salir. Mira esto… no es tan tan diferente de que hacía treinta años atrás, hay técnicas nuevas pero, ¡lo primordial sigue igual!

¿Tus formatos son grandes?

No necesariamente. Depende. Algunos son pequeños, otros algo más grandes, pero nunca gigantes. Estoy un poco orgulloso de eso, porque no necesito mucho espacio para ilustrar… todo en pequeño.

¿Recomendarías clases, escuelas, talleres?

Es difícil. Practicar, dibujar, dibujar… y encontrar alguien que te ayude, que te diga cosas. Es difícil para mí. Mi caso —de cómo me convertí en ilustrador— es muy singular. A los catorce años decidí ser un artista y luego me di cuenta de que ser un artista como Caravaggio o Durero iba a ser imposible; no tenía el talento ni las habilidades. Entonces decidí contar historias… y así fue. Comencé escribiendo pequeñas historias y dibujándolas. Y para poder seguir con esto, traté siempre de mejorar mis posibilidades como pintor. ¿Cómo pinto una cocina? Mira, la solución es simple: una pared, una ventana… es simple. Pero pienso que es encantador. Si quieres dibujar un niño en una habitación bastan una pared, una mesa, una serie de elementos; pero no sé si todo eso es necesario para crear la atmósfera y el escenario.

Es decir, la selección de los elementos que componen una escena no es tan obvia.

Exacto. He recorrido un largo camino hasta ahora, pero no creo que pueda decirles a otros cómo hacerlo. Lo que sé, es que pinto todos los días. Si quieres aprender (y no eres un genio) tienes que hacerlo todos los días, yo lo hago desde hace cuarenta años.

Entrevista publicada originalmente en Imaginaria el 9/8/2011.
http://www.imaginaria.com.ar/2011/08/nikolaus-heidelbach/

Nikolaus Heidelbach

Lahnstein, Alemania, 1955



Es uno de los ilustradores alemanes más originales de la actualidad. Cursó estudios de filología, historia del arte y teatro en Colonia y Berlín. En 1982 publicó su primer álbum ilustrado Das Elefantentreffen oder 5 dicke Angeber (El encuentro de los elefantes o los 5 soplones gordos), por el que obtuvo su primera nominación al Premio Alemán de Literatura Infantil y Juvenil. En 1988 fue galardonado con el Premio de la Fundación Troisdorf por Vorsicht Kinder (Cuidado niños) al mejor libro infantil. En el año 2000 recibió el Premio Especial en la categoría Ilustración del Premio Alemán de Literatura Infantil y Juvenil en reconocimento al conjunto de su obra; en 2007 el Gran Premio de la Academia Alemana de Literatura Infantil y Juvenil y el Premio Alemán de Literatura Infantil y Juvenil por su álbum Königin Gisela (Reina Gisela).